
Cuencas de Odín
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Amanece y Hugin (cuervo cuerdo)
vuela y piensa
Munin, entretanto
registra en la memoria vacía
las visiones cruentas de los mundos
Ambos cuervos
ojos tremendos de Odín
llenan las cuencas de historias terribles
A lo lejos se escucha el graznido contra la noche
Regresan a sus hombros
y cuentan -ángeles negros-
las hazañas ardientes de los hombres
sus incendios
Apenas se perciben los susurros sórdidos
que se cuelan en los oídos del dios
que ahora -más que nunca- sabe
sobre la aniquilación
En su libro rojo Odín escribe
con la punta de su espada
el poema universal de la tragedia
Se ve en su órbita izquierda tan oscura
una guerra persistente
(A veces cercana
Otras veces recóndita)
No hay magia que deshaga
el horror del maleficio
Para nadie florece la victoria
Odín duerme su noche universal
Bosteza su cansancio sobre las nubes que deja
el humo viciado de la carne
Los jardines arrasados
expelen su áspero vapor
y Hugin duerme
Munin olvida
Odín -el Supremo-
amarra su corcel a un cedro abatido
Y a veces, en la intimidad ardiente de sus noches
Padre de todos los dioses llora
el destino servil e inútil de sus hijos
Vendrá la batalla final a devorarnos
Odín desde su hartazgo dirigirá la contienda
Hugin y Munin serán para entonces
exhaustos mensajeros
de nadie
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©Rosa María Ramos Chinea

Fotografía: Pedro García Lorente